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¿Confinamiento retroalimentador?

  • Foto del escritor: Catalina Brand Gómez
    Catalina Brand Gómez
  • 18 jul 2020
  • 3 Min. de lectura

La cuarentena más que una experiencia completamente nueva para muchas personas y más para esta generación (la última pandemia que vivió el país fue por allá en 1918), la puedo describir como una montaña rusa de sentimientos. Para nadie es un secreto que el 2020 más que sorprendernos, nos cogió “a quema ropa” trayendo una pandemia y un mundo virtualizado, encerrado, con un distanciamiento social que nos ha sacado canas a más de uno.


Es sabido que toda esta experiencia nos ha enseñado muchas cosas, nos ha traído la importancia que tienen las personas de las que nos rodeamos, nos demostró que el afecto físico, sentir el calor del hogar y los que aprecias, más que algo querido es una necesidad.


Mi confinamiento transcurre en un apartamento en el cual he estado cerca de perder los cabales un par de veces. Aquí viene una de las cosas más importantes que aprendí en este tiempo confinada y es la importancia del arte en todas sus presentaciones; una amiga muy querida que estudia Teatro en la Universidad de Antioquia me dijo un par de veces que el arte es lo único que nos puede mantener cuerdos en tiempos de distanciamiento social. La música, el cine, la pintura, la lectura, la escritura, la academia y todo lo que se considere forma de arte ha hecho de mi confinamiento una experiencia más llevadera. Varias veces me he puesto a pensar en cómo lidiaban las personas en años pasados con una situación de estas, que no tenían la tecnología que tenemos nosotros, la que nos hace la vida y la comunicación algo más fácil con las demás personas, siempre termino llegando a la misma conclusión: poseían arte. El arte existe desde que existe el hombre y desde aquellos tiempos remotos le ha servido para expresarse, liberarse y entretenerse.


Mi cuarentena la dedico a leer libros, ver películas mientras lloro mares enteros con las mismas, aprender a tocar un instrumento que hace rato quería, aprender un idioma nuevo, dibujar, pintar, escribir, escribir y no dejar de escribir. El confinamiento creó este espacio en el cual hoy puedo compartir mis historias las cuales no las hago sólo con el fin de que me conozcan un poco sino con la intención de que sepan que muchos pasamos por las mismas cosas, que moverlos con lo que escribo ha sido siempre el objetivo de este blog.


Soy consciente de que ha habido días más difíciles que otros, afortunadamente pude volver a mi vida académica que ha salvado un poco la situación, pero esto no quita el hecho de que haya unos en los que la cama me enreda más de lo normal en las cobijas y el ánimo no me deja levantar; inclusive otros en los que se extraña más de lo normal lo querido. Son 8521 km exactos los que me separan de mi hermana, una de las personas que más amo en toda mi vida, a la cual no veo hace un año. 284,5 km me separan de mi madre y otros tantos kilómetros no de tanta magnitud me separan de la dueña de mi corazón, mis suspiros y pensamientos; no dejando pasar desapercibidos los desconocidos kilómetros que nos separan de los que ya no están en este mundo.


Pero como no todo ha sido tan malo puedo decir que ha habido otros días muy buenos, en los que aprovecho y leo más de lo que siempre lo hago, en los que canto con la música que más me gusta, cocino algo bien elaborado, así tipo gourmet, otros en los que hacemos esas reuniones modernistas por plataformas de video con mis amigos, a quienes incluso pude ver una vez en un encuentro que recuperó mi corazón un poco del desgaste que había dejado varios meses sin verles las caras.


Otra de las enseñanzas que nos dejó este acontecimiento y que más quiero recalcar es la paciencia, la que prácticamente nos tocó aprender a las malas tolerarla. Si bien esta experiencia va a marcar un antes y un después en todos nosotros como también en el mundo entero, porque desde mi experiencia he cambiado en muchos aspectos desde el inicio de todo esto que aún no tiene fecha de expiración, sólo quiero que tengan presente que podemos apoyarnos en las personas que nos quieren y en profesionales si el caso lo amerita. Como dice Amalia Andrade, una escritora que admiro mucho “Está bien estar mal”. Traigo acá lo que dije al principio de este escrito, esta montaña rusa de sentimientos nos puede desestabilizar muchas veces, pero estaremos bien, al menos eso es lo que espero.

-Catalina

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