Es que me toca crecer.
- Catalina Brand Gómez

- 27 jun 2020
- 3 Min. de lectura
El paso de la vida colegial a la vida universitaria puede llegar a ser muy complicado para algunas personas, esto causado por la presión con la que cargan los estudiantes en su último grado de bachillerato. Debido a esto, la experiencia universitaria se convierte en un dolor de cabeza y la vida académica se nos vuelve más abstracta de lo que debería ser para un estudiante promedio.
En mi caso me gradué en 2016 de un colegio católico en Chigorodó con unos pocos 17 años de vida y con un “admitido” a un pregrado en la Universidad que quería (por no decir que era la única en la que podía). Así, sin anestesia, sin preparativos, sin estudios “meticulosos” de lo que quería hacer con mi vida me lancé a todo este mundo de gente adulta. La presión social que tienen los estudiantes de bachillerato antes de graduarse para elegir qué hacer por el resto de sus vidas los obliga a escoger premeditadamente una carrera. Claro está que muchas personas saben para qué van a ser buenas desde que están muy pequeños y pueden dar ese paso con facilidad, la verdad los admiro porque en grado décimo no tenía la menor idea de qué quería hacer con mi vida, pero lo hacemos por el simple hecho de que todos los demás lo están haciendo y porque es el ciclo normal de la vida, porque lo único que tienes que hacer es graduarte de bachillerato, empezar tu carrera profesional (que ya deberías saber cuál es), graduarte y empezar a trabajar.
Siempre he sido fiel creyente de que del afán solo queda el cansancio. Cada persona vive un proceso diferente y eso es lo que a muchas personas se les ha dificultado entender, no todos vamos por la vida con el mismo ritmo, no todos nos tenemos que graduar de 21, ni tenemos que casarnos a los 28, ni tener hijos y una familia, simplemente porque todos aspiramos a cosas diferentes. Crear estándares nos encasilla y nos presiona a hacer cosas que no queremos.
Me tengo que poner como ejemplo porque a mis 17 años decidí hacer un pregrado llena de dudas sin saber si era de verdad lo que quería en mi vida. Todo esto ocasionó que mi primera experiencia en la universidad no fuera la más placentera. Mi primer semestre universitario no tuvo un promedio del que pudiera estar orgullosa. El cambio del colegio a la universidad no es nada fácil, es un mundo totalmente nuevo para el que yo no me sentía preparada, mucha presión y mucha carga académica ya que grado once me la pasaba tirando piedritas a la ventana. Siendo muy sincera el colegio es muy fácil.
Luego me tocó ver cómo insistía en algo que no era para mí y cómo me sacaba canas hasta un punto en el que no tenía un solo día en el que no me estresara, entonces decidí un día que no lo haría más y así fue, me retiré. Siempre teniendo una vocecita en el fondo que me indicaba que lo mío no era eso, que mi vida debía ser para dar voz, para comunicar; entonces decidí presentarme al pregrado de COMUNICACIONES en la Universidad de Antioquia, pero al primer intento no lo logré, afortunadamente al segundo sí.
A las malas terminé haciendo un año sabático en el cual aprendí un montón de cosas sobre mí, donde descubrí talentos que no sabía que tenía, donde el ocio empezó a retroalimentar mi alma y todo lo que soy, la verdad es que no me arrepiento, ahora con 20 años estoy iniciando mi pregrado de comunicaciones y siento una plenitud que no puedo describirla con letras. Como dice Cultura Profética, una de mis bandas favoritas “los tiempos de ocio son necesarios para la creatividad”.
Creo que si no te sientes del todo convencido de algo es porque no es ahí, si quieres darte un tiempo antes de entrar a la universidad, hazlo, tú tienes tu propio ritmo y lo que no se te debe olvidar nunca es que el proceso es tuyo y de nadie más. Es un tiempo de crecimiento, tanto espiritual como mental si lo sabes aprovechar bien. Después de ese tiempo con la academia de lado tus ganas de estudiar se van a amplificar de maneras exorbitantes, vas a tener todas las ganas del mundo de hacer algo nuevo y el nuevo capítulo que decidas empezar te va a salir de la mejor forma posible.
Las personas muchas veces tendemos a no escuchar nuestra intuición, aun sabiendo que es lo más sabio que poseemos, escúchala siempre, nunca va a mentirte y disfruta el momento donde estás, sácale provecho, es ahí donde debes estar, en ningún otro.
-Catalina





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